viernes, 4 de septiembre de 2009

LA FRONTERA MALDITA (04/09/2009)

Alguien tuvo que echarle un mal de ojo, hace muchos años. ¿Por qué Aragón no tiene una vía de comunicación de alta capacidad con Francia? Nadie es capaz de dar una respuesta satisfactoria. El puerto de Somport es un lugar mágico, rozando lo esotérico. En 1928 se inauguró la línea de ferrocarril que unía Zaragoza y Pau, a través de Canfranc. Una obra colosal de ingeniería que dejó en la parte española un precioso legado arquitectónico, romántico por lo desproporcionado, que debería ser consagrado como un monumento a la estupidez humana: la estación internacional de Canfranc se construyó con tales dimensiones porque franceses y españoles no se pusieron de acuerdo en el ancho de vía. El funcionamiento de la línea fue siempre irregular hasta que, en 1970, un accidente dio el pretexto a las autoridades francesas para su cierre definitivo. Hasta hoy. Por carretera las cosas no están mucho mejor. El túnel carretero más largo de España da paso, en la parte francesa, a una carretera infame que las autoridades galas se resisten a mejorar. El problema está en París, dicen los habitantes del valle del Aspe. Inexplicable. Sin embargo, donde mejor se comprueba la magnitud de la maldición fronteriza no es en las carreteras o en las vías férreas semiocultas por la maleza. Es en la mente de los aragoneses. Hemos terminado por creer que Francia está muy lejos. Que para llegar a ella, hay que pasar inevitablemente por Irún o La Junquera. Que abrir Aragón al mundo no pasa por derribar fronteras sino por organizar exposiciones internacionales. Que el proyecto más ilusionante y revolucionario para nuestra comunidad autónoma es, en realidad, el sueño de cuatro románticos. Grave error. Tan grande como ese Titanic varado en medio del valle del Aragón. ¡Qué bella puede ser la estupidez!

No hay comentarios:

Publicar un comentario