viernes, 25 de septiembre de 2009

PHOTOSHOP (25/09/2009)

La lucha contra la anorexia abre un nuevo frente: la diputada francesa Valérie Boyer ha impulsado un proyecto de ley para obligar a los anunciantes y editores a incluir, al pie de las fotografías de las modelos y celebridades, la advertencia de que esas imágenes han sido retocadas. Las que lo hayan sido, se entiende. Segun cuentan los que saben, casi todas lo son, generosamente. Si cualquier aficionado con el programa informático de marras es capaz de hacer sus pinitos –quitarse una arruga o ponerle bigote a su suegra para pasar el rato-, imagínense lo que puede llegar a hacer un especialista que se gana las habichuelas con ello. Se empezó con las ojeras, pero ahora ya es el pecho, las caderas, la papada o lo que se tercie. Si me pongo en la piel – arrugada- de la estrella de cine acosada por los años, que ha abdicado el sentido del ridículo a cambio de creer que no envejece, entiendo perfectamente el asunto. Si pienso en el anunciante, que sólo quiere ver hombres y mujeres bonitos, y que se guarda los debates sociológicos para los suplementos dominicales acompañados de un croissant y un café con leche, también puedo comprenderlo. Pero, al final, toda manipulación trae sus consecuencias. Dejarle a la Preysler el cutis más fino que la porcelana puede ser algo inofensivo. Pero retocar las caderas de la actriz Jessica Alba -por tomar el ejemplo que difundieron los promotores de la ley- una mujer ya de por sí de bandera, es echar a la palestra un canon de belleza delirante, imposible, psicótico. Me temo que no sólo las niñas sufren las consecuencias. Ver a mujeres hechas y derechas como la cantante Shakira, con millones de dólares en su cuenta corriente, meterse en una jaula semidesnuda a hacer cabriolas, me da que pensar. Menudo papel le queda a los educadores. Convencer a nuestros hijos de que existe algo llamado belleza interior.

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