viernes, 19 de febrero de 2010

INVICTUS (19/02/2010)

El que no ha sido vencido. La película de Clint Eastwood, estrenada con éxito en todo el mundo hace algunas semanas, ha devuelto a Nelson Mandela al primer plano de la actualidad, y con él, a la extraordinaria historia del fin del apartheid en Sudáfrica. Mandela sigue invicto. Veintisiete años en prisión no consiguieron doblegarlo. Sin embargo, lo que ha convertido a este personaje en el líder político vivo más respetado del mundo, no ha sido estrictamente su capacidad de resistencia. Lo prodigioso, lo inesperado, surge cuando Nelson Mandela abandona la cárcel y es elegido presidente. En 1995, él es dueño absoluto del destino de su país y la mayoría negra, humillada durante décadas, seguirá ciegamente el rumbo que marque su liderazgo indiscutible. En ese momento, para admiración del mundo, Mandela elige el camino de la reconciliación. La revolución del perdón. Un territorio casi inexplorado en el que ya se adentraron personajes como Luther King o Gandhi, pagándolo con sus vidas. La peculiaridad de Mandela es que el sacrificio, su muerte en vida durante casi tres décadas de encierro, se produjo antes de su apuesta revolucionaria, lo que quizá conceda a su caso mayor valor. Ver la película “Invictus” es una experiencia estimulante, en todos los sentidos. Por una lado, da esperanza e inspira buenos sentimientos, pero por otro, invita a pensar en otros conflictos del pasado. En las ocasiones perdidas. Me hubiera gustado que en mi país, que también sufrió una guerra civil atroz, alguien hubiera tenido la visión y la valentía de emplear más a menudo las palabras de Nelson Mandela. Aún hoy, creo que la ley de la memoria histórica hubiera sido mejor comprendida y recibida por los españoles, si se hubiera añadido una sola palabra a su enunciado. Catorce letras. Reconciliación.

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