viernes, 22 de abril de 2011

CUBANOS (22/04/2011)

Son un caso único en el mundo. A falta de libertad política, económica y hasta de movimiento – para viajar al extranjero se necesita un permiso de salida, que las autoridades conceden restrictivamente –, los cubanos han encontrado una curiosa vía de escape: inventar nombres estrafalarios y ponérselos a sus indefensos vástagos cuando son pequeños. Al parecer, el asfixiante estado cubano no tiene inconveniente en que sus camaradas desfoguen en la disciplina onomástica sus legítimas ansias de hacer en la vida lo que les venga en gana. ¿Que no te puedes comprar un Rolex, ni siquiera en los chinos? Pues llamas a tu hijo Rolexis, y te quitas la comezón. Eglis, Liaena, Mirelys, Danayasi, Arais, Trifina, Misleydi, Ermela, Pedra, Anielka, Yipsi, Yodelkis, Yuneislys, Yoslaine, Rubiseida, Surina, Merlín, Gudelis... la lista es inacabable y amenaza con crecer todavía más. La semana pasada, el hermanísimo presidente de Cuba, Raul Castro, inauguraba el VI Congreso del Partido Comunista. Los jerifaltes cubanos siguen hablando de revolución, de planes quinquenales y de encontrar ese nuevo modelo que se abra a la iniciativa privada sin renunciar a las esencias del socialismo. Les está costando encontrarlo porque hace más de veinte años que cayó el muro de Berlín y, en todo ese tiempo, lo único que ha cambiado es el traje verde oliva de Fidel por un decadente chándal. Ah, sí, y que le ha pasado el cargo a su hermano. Medio siglo después de tomar el poder, en una muestra de infinito cinismo, la casta dirigente cubana aboga por limitar la duración de los mandatos a diez años. Muestren un poco de humanidad. ¿No creen que llamar a un niño Dunieki es de una crueldad intolerable? Permitan a sus compatriotas entrar, salir, comprar, vender, hablar, pensar, ¡respirar!, y quizá se les quiten esas ideas de la cabeza. Hagan el favor.

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