viernes, 1 de abril de 2011

LA CABEZA DE CÉSAR (01/04/2011)

Hace algunos años, en la ciudad de Arlés, unos arqueólogos franceses hicieron un descubrimiento sorprendente: un busto en mármol de Julio César, que había permanecido bajo las aguas del Ródano desde los fatídicos idus de marzo del año 44 antes de Cristo. Al parecer, cuando la noticia del asesinato del político romano llegó hasta esa pequeña ciudad del sur de Francia, uno de sus partidarios, temeroso de ser identificado como tal durante los turbulentos años que siguieron, se deshizo del busto tirándolo al río. Ignoro si nuestros arqueólogos tomaron buena nota del hallazgo: la arraigada propensión de los españoles al cesarismo, los pronunciamientos y la exaltación de personajes indispensables, hace pensar que los lechos de nuestros ríos podrían ser auténticas almonedas subacuáticas sembradas de valiosísimos objetos de todas las épocas. Los tiempos han cambiado. El nacimiento de la conciencia medioambiental ha sustituido a los ríos por recónditos almacenes municipales, y allí las estatuas ecuestres de los apestados de la historia acumulan polvo, a la espera de una rehabilitación que quizás no llegue nunca. Los bustos de mármol también han pasado de moda. Ni el más fervoroso partidario tendría hoy la cabeza del presidente o el alcalde de turno decorando su cuarto de estar. Bustos no, pero fotos firmadas o fotos junto al poderoso tienen que contarse por miles en despachos y recibidores de toda España. Ahora que se acercan las elecciones y el paisaje público está lleno de políticos amortizados que han perdido toda posibilidad de renovar sus cargos, ¿qué harán con los retratos sus antiguos seguidores? ¿Los tirarán al río? Espero que no; sería cochino e innecesariamente melodramático. Saquen la foto y tírenla al cubo del reciclaje. El marco de plata servirá para el sustituto.

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