viernes, 9 de diciembre de 2011

LA MASA (09/12/2011)

Individualmente, las personas admiten valoraciones tan dispares que van desde la santidad al excremento humano. A lo largo de la vida, todos acabamos conociendo a un puñado de personas valientes, generosas y que hacen mejores a los que les rodean, a un gran océano de individuos medianos, héroes o canallas por un día, que viven preocupados por lo que no tiene solución e indiferentes ante lo que sí la tiene, y otro puñadito de hombres y mujeres cucaracha, malos como la quina, que suelen coger a todos los anteriores desprevenidos porque nadie quiere creer que un individuo de su misma especie pueda ser un bicho inmundo. Si hablamos de grupos, todo se simplifica bastante. Para bien o para mal, la unión de personas con un objetivo común siempre será más fuerte y logrará llegar más lejos que la simple suma de sus individuos. Para redactar la Declaración de los Derechos Humanos o para fundar el Partido Nazi. Sin embargo, si hablamos de “masa”, la simplificación es tan radical que se vuelve insoportable: de un grupo de individuos reunidos en el mismo espacio físico, sin una organización ni objetivo claro – es lo que un servidor, con permiso de Ortega, entiende como masa- no puede esperarse nada bueno. La masa diluye al virtuoso, o directamente lo pisotea, saca al cabroncete que todos llevamos dentro y, sobre todo, concede al malo una oportunidad de oro, que jamás desaprovechará, de tirar la piedra y esconder la mano. El 15-M empezó como un movimiento ciudadano, pacífico y esperanzador, que daba un oportuno aldabonazo de advertencia a la clase política sobre lo que se esperaba de ella. Meses después, confundido con el movimiento okupa, dudo mucho de su capacidad para traer una sociedad más justa. Se ha “masificado”. Modestamente, un día lo apoyé desde esta página. Hoy digo, paren, que me bajo.

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