viernes, 23 de diciembre de 2011

TRAGICOMEDIA NORCOREANA (23/12/2011)

Tragicomedia en el telediario: hombres y mujeres hechos y derechos llorando como magdalenas, dándose golpes en el pecho, hipando, desconsolados. “Se ha muerto el gran líder Kim Jong-Il, ¡ay, madre, qué pena más grande!”, dicen entre sollozos. En el colmo del paroxismo, una empleada de un centro comercial refrota sus carnes contra una escalera mecánica en marcha – con gran riesgo para su integridad física – porque esos mismos escalones fueron pisados hace pocos meses por el Gran Líder desaparecido... No sé qué me sorprende más, si descubrir que en Corea del Norte también hay centros comerciales (yo creía que solo había misiles, soldados y explanadas llenas de niños haciendo ejercicios con una coordinación que ya quisiera el Bolshoi), o comprobar a qué grado extremo de tontería y enajenación mental puede llevar un ser humano a otro, mediando las dosis apropiadas de manipulación, hambruna y campos de exterminio. Pobres diablos. De todas formas, no hay de qué preocuparse: plañir por los césares, reyes y guías supremos de la revolución de turno lo han practicado todos los pueblos y culturas que en el mundo han sido, y no se sabe de nadie a quien le haya durado mucho la pena. Además, desde el momento en que el cuerpo del Gran Líder comience a enfriarse y su cutis a perder tersura, el legado vital que creerá haber dejado atado y bien atado, comenzará a ajarse a toda velocidad, como las “kimjongilias” rojas que adornan su catafalco. En pocos años, para decidir qué hacer con su momia será necesaria una comisión ministerial. Eso, con suerte; como el pánfilo de su hijo se deje comer la tostada por algún primito ambicioso, los restos de Kim Jong-Il pueden acabar de comida para los peces en el mar del Japón. Seguro que allí no estará solo. Al final, todos los hombres malos, acaban mal.

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