miércoles, 4 de abril de 2018

CHURCHILL (25/03/2018)

Fue una de las figuras más influyentes del siglo XX y su oronda presencia se resiste a desaparecer. En el último año se han estrenado casi simultáneamente dos películas sobre Winston Churchill y por la segunda de ellas, “Darkest hour”, Gary Oldman se llevó el Oscar a la mejor interpretación. Aunque la vida del político británico fue pródiga en acontecimientos históricos para su país y para el mundo entero, existe unanimidad en considerar esa “hora más oscura”, el ataque de Hitler sobre las islas británicas en el verano de 1940, como el momento más brillante de su carrera. La soledad del Reino Unido frente a la máquina de guerra alemana que se había paseado triunfal por toda Europa, no invitaba al optimismo. Sin embargo, el liderazgo de Churchill y su inquebrantable fe en la victoria insuflaron en el pueblo británico el espíritu necesario para resistir. 
Para engrandecer aún más su figura, en la vida de Churchill las victorias más rutilantes se alternaron con los más sonoros fracasos. Solo dos meses después del fin de la guerra en Europa, su inesperada derrota en las elecciones británicas le sumió en la más absoluta desolación. Y no fue una derrota cualquiera. Clement Atlee, el candidato laborista vencedor, logró una de las mayoría parlamentarias más amplias de la historia del Reino Unido. ¿Cómo era posible que el mismo pueblo al que guió hasta la victoria más gloriosa ahora le diera la espalda? Paradójicamente, en esos años de ostracismo, acompañado de su “perro negro” - que es como llamaba Churchill a su melancolía en una expresión que ha hecho fortuna –, el viejo político alcanzó las más altas cimas de lucidez. Ocurre a menudo; los grandes estadistas destilan toda su sabiduría en sus horas bajas, cuando la derrota les regala el tiempo necesario para la reflexión. 
Ocurrió en la Universidad de Zurich, en septiembre de 1946. Churchill alternaba su papel de jefe de la oposición con ocasionales viajes al extranjero para darse baños de multitudes que le aclamaban por su heroico papel durante la guerra. Los suizos, en su afán de no disgustar a nadie, inquirieron a Churchill sobre el contenido del discurso que iba a ofrecer. Él les tranquilizó: esta vez dejaría tranquilos a los soviéticos. Habían pasado solo dos meses desde su histórico discurso en Fulton, Missouri, en el que llamó la atención sobre el “telón de acero” que estaba abatiéndose sobre Europa, y los suizos no querían provocar otro conflicto diplomático. 
Cumplió su palabra. Churchill no aludió a la amenaza soviética ni una sola vez, pero fue incapaz de largar un discurso rutinario, poblado de lugares comunes. Eso lo dejaba para otros. Dedicó su conferencia a la necesidad de crear los Estados Unidos de Europa. Con un espíritu visionario que sorprendió a todos, cifró las esperanzas del continente en un entendimiento entre franceses y alemanes que pusiese las bases para una organización europea fuerte. Lo que hoy es una obviedad, en 1946 era un desatino. ¿Entendimiento con los alemanes? Las cancillerías de toda Europa – la británica incluida - se apresuraron a decir que las opiniones de Churchill solo le comprometían a él. 
Acertó en todo. 72 años después, los rusos continúan siendo una amenaza de primer orden. La Unión Europea, una realidad inamovible. Es irónico que el personaje más importante de la historia del Reino Unido fuera el primero en atreverse a defenderla. En estos tiempos oscuros marcados por el Brexit, echamos de menos la lucidez de los británicos. Echamos de menos a Churchill.      

No hay comentarios:

Publicar un comentario