viernes, 23 de julio de 2010

CREPÚSCULO (23/07/2010)

Según la autora, la idea surgió en un sueño. Un vampiro se enamoraba de una chica, mientras luchaba contra la tentación de lanzarse a chupar su sangre. Stephanie Meyer era entonces una joven americana de 30 años, administrativa en una empresa inmobiliaria, que jamás había escrito un relato, ni corto ni largo. A pesar de ello, se puso delante del ordenador y tecleó la palabra mágica que cambiaría su vida para siempre: Twilight, o Crepúsculo. A esa palabra siguieron varios miles, hasta completar las 498 páginas de un best-seller que iba a inaugurar una de las sagas literarias y cinematográficas más aclamadas y rentables de todos los tiempos. 100 millones de libros vendidos en 37 idiomas, y tres películas que han batido récords de taquilla en todo el mundo. Sin embargo, más allá del éxito masivo, la saga Crepúsculo se diferencia de otras que le precedieron por una circunstancia particular: su público son las mujeres, desde las adolescentes a las madres de familia. Según las estadísticas, el 80% de los espectadores de las películas de la saga son mujeres de toda edad y condición. Y creo que se quedan cortos. ¿Mujeres consumiendo, en solitario, historias de vampiros? Crepúsculo no es una historia de vampiros al uso; Crepúsculo es una historia de amor. Al pulsar la tecla misteriosa que ha conmovido los corazones de millones de mujeres en todo el planeta, Stephanie Meyer no sólo se ha hecho rica y famosa. Ha demostrado que ellas tienen una sensibilidad y una concepción del amor romántico de la que los hombres jamás hemos oído hablar. No se si esto es bueno o malo. Ayer mi mujer afirmó muy seria que nuestro primer hijo se llamaría Edward Cullen, como el protagonista vampírico de la saga. Insinué que ni ella ni yo éramos vampiros. Insistió. Le dije que lo pensaríamos.

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