Y las patas de
las mentiras también lo son. Eso es lo que parece que un grupo anónimo de
hackers se ha empeñado en demostrar al apoderarse de las bases de datos de
Ashley Madison, una peculiar empresa de contactos canadiense con más de 31
millones de clientes en 45 países. “La vida es corta. Tenga una aventura”. Así
reza el slogan de la empresita de marras, un brindis a la infidelidad, a la
cana al aire, una oferta de aventuras extramatrimoniales en el anonimato de
internet que ahora puede convertirse en una pesadilla para millones de clientes
- hombres en un 80% - que ven amenazada su reputación de buenos padres y madres
de familia. Y no se crean que para ser cliente de Ashley Madison hay que vivir
en Minnesota o Wisconsin: si consultan el mapa mundial de ciudades donde viven
los aspirantes a infieles, se sorprenderán de ver nombres tan familiares como
Andorra, Alcorisa, Calanda, Valderrobres, o Alcañiz. ¿Qué piensan hacer estos
hackers con la información robada? Eso mismo se estarán preguntando desde hace
días unos cuantos millones de infelices, entre ellos, posiblemente, alguno que
esté leyendo estas líneas. No se sabe a ciencia cierta, pero seguro que nada
bueno. La policía canadiense ha informado ya de varios intentos de extorsión y
de un par de suicidios. La verdad, espero que a ninguna otra víctima se le
ocurra una salida por la tangente tan radical y dramática. En los tiempos que
corren, donde por suerte ya nadie amenaza a sus semejantes con la condenación
eterna - o si lo hace, se le toma a bufa - no creo que los juicios sobre el
comportamiento sexual o sentimental de los demás importen demasiado. Si alguien
ha sido cazado en una mentira, que lo afronte con entereza. Y que aprenda la
lección. Poner los cuernos a tu pareja siempre conllevará peligros y nadie, ni
siquiera una tal Ashley Madison, podrá impedirlo.
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