martes, 23 de junio de 2015

MUERTOS (17/04/2015)

Dicen que la muerte nos iguala a todos. Pero hay algunos más muertos que otros. Hace algunas semanas, la noticia de la matanza de la Universidad de Garissa, en Kenia, donde 148 estudiantes murieron tiroteados por extremistas islámicos, mereció una cobertura mediática bastante discreta y algunos pusieron el grito en el cielo. Si el atentado contra la revista Charly Hebdo, en el que murieron 12 personas en circunstancias muy parecidas, provocó una conmoción enorme en todo el continente, no se entendía la relativa indiferencia hacia una salvajada bastante mayor. Como los occidentales somos escrupulosos de conciencia y nos gusta pensar que nuestra moralidad está por encima de la media, algunos se lanzaron a buscar excusas para justificar esta alarmante falta de empatía. Se habló de lejanía geográfica y de falta de calidad de la información que llegaba desde Kenia. Argumentos insuficientes, en mi opinión. La realidad es más descarnada y menos complaciente. Los muertos en Kenia, o en Nigeria, nos importan menos porque no son de los nuestros. Porque nuestros hijos no van de Erasmus a la Universidad de Garissa, y porque en Semana Santa preferimos ir a París antes que a Lagos. En realidad, los terroristas están bastante más globalizados que nosotros, que nos gusta vivir como si el tercer mundo no existiera. ¿Lejanía geográfica? La última tragedia en el Mediterráneo, con 400 inmigrantes muertos cerca de las costas italianas, no se ha producido demasiado lejos del naufragio del Costa Concordia, pero la muerte de 32 de sus pasajeros nos impresionó mucho más. Porque los europeos solo navegamos por placer, y lo hacemos en crucero. ¿Somos malvados e insensibles por ello? Somos simplemente humanos. Con un extraordinario margen de mejora. Podríamos empezar por ser algo menos hipócritas

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