En el carrusel de la política, un día eres el hombre de moda y al
siguiente eres el guiñol al que todos pegan con el garrote con cualquier
excusa. Que se lo digan a Pablo Iglesias. Hace unos meses se comía el mundo con
patatas y hoy su coleta parece un postizo barato, a su espalda le ha salido
chepa, y su estado de ánimo se define como “cansado”. Las encuestas decían que
Podemos era la primera fuerza política de España y su líder se lo creyó. Hoy,
recostado en el diván de algún especialista, se pregunta qué hizo mal. El
carrusel también ha girado para Mariano Rajoy. Del balcón de Génova, en loor de
multitudes peperas, ha caído al sótano de la impopularidad, a las catacumbas
sombrías donde se agazapa Bruto, daga en mano, dispuesto a hundirla en los
intestinos gallegos del presidente. Y qué me dicen de Pedro “Ken” Sánchez.
¿Alguien sabe si este hombre se ha dado un golpe con el quicio de una puerta
recientemente? El fichaje de Irene Lozano, fallida aspirante a la dirección de
UPyD, el partido favorito de las elecciones al inframundo, ¿no es el peor
movimiento estratégico de un político español en los últimos 150 años? Y ya que
hablamos del partido rosa, el carrusel de Rosa Díez ha girado con tanta fuerza
que en estos momentos debe estar a punto de abandonar el sistema solar. Y falta
Albert Rivera. A él los dioses le han tocado con la varita, y su estrella
brilla hoy como ninguna otra en el firmamento político español. Joven,
renovador, dialogante, convincente… Venga ya. Algo tendrá que tener. Sus
enemigos, la esperanza de que un día se atasque en una frase y no sepa cómo
continuar. Que no pasen pena. El carrusel girará también para él y un día será
comida para los buitres. Como no es un advenedizo, es probable que ya lo sepa. Mientras
tanto, se conforma con ser el próximo presidente del gobierno.
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