Al parecer, la marihuana va a dejar de ser muy pronto un producto
lúdico-subversivo y una estupenda fuente de inspiración para canciones ska-punk
y para todo tipo de merchandising donde figuren las famosas hojitas que parecen
ortigas pero que en realidad te provocan muchas ganas de reír cuando las fumas.
También, una fabulosa fuente de ingresos para los delincuentes. La última
noticia es que México acaba de legalizar su cultivo, transporte y cultivo con
fines recreativos, y que California, el gran estado norteamericano vecino, está
a punto de hacerlo. Mientras tanto, aquí en Europa, cada país sigue su propia
política, a menudo completamente contradictoria: Holanda permite la venta y el
consumo limitados a los famosos “coffee-shops”, mientras que en Noruega o
Suecia fumar marihuana es un delito mayor. El gran problema del legislador, más
allá de esta falta de coordinación entre países, es que las políticas de
represión del consumo son cada vez menos creíbles. No tiene sentido perseguir
implacablemente a la marihuana y al hachís y, al mismo tiempo, ser
completamente permisivo con el alcohol de alta graduación, una bebida con unos
efectos potencialmente más dañinos para la salud. Otro de los argumentos que se
ha manejado a menudo es el de la relación directa entre delincuencia y tráfico
de drogas. Despenalizadas éstas, descenderían drásticamente los índices de
criminalidad. Personalmente, esto me parece mucho más dudoso. ¿Qué harán los
narcotraficantes de marihuana cuando se queden sin negocio? ¿Apuntarse al paro?
¿Hacer cursos de fontanería? Me temo que cambiarán esa sustancia por otra cuyo
tráfico sea, como mínimo, tan ilegal y lucrativo. Veremos hacia dónde van los
tiros por aquí. De momento, ya saben lo que dicen las etiquetas: consuman con
moderación.
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