Una nueva era política ha comenzado. La jornada inaugural de las Cortes
tras las elecciones del 20 de diciembre escenificó el momento del cambio y
Podemos se empeñó en ser protagonista. Con mucha lógica, pienso yo. Si tienes
el primer diputado con rastas de la democracia española, la primera diputada
negra y el primer amamantamiento público de la historia del centenario edificio
de la Carrera de San Jerónimo, te va a tocar dar la nota. Eso sí, hay que intentar
no desafinar demasiado. Personalmente, eché de menos que alguno de sus
diputados se presentara en el escaño acompañado de su perro, o que otro
interrumpiera el discurso de Patxi López con el sonido de una flauta, pero en
fin, tampoco vamos a pedirlo todo el primer día. A esta neoizquierda le priva
llamar la atención y estoy seguro de que vamos a tener ración de folklore
progresista un día sí y otro también. Pies descalzos encima del escaño en
posición yogui, puños al aire, camisetas con estrellas revolucionarias y mucho,
mucho desenfado. Afortunadamente, más allá de toda esta parafernalia
izquierdista, Podemos es un partido político al que han votado más de cinco
millones de españoles y que tiene la responsabilidad de sacar adelante su
programa y lidiar con los de sus partidos rivales. Hacer política, en
definitiva. Espero que lo hagan mejor que su presentación en el Congreso.
Porque a esta le sobró espectáculo y le faltó coherencia. Si Carolina Bescansa,
la cofundadora de Podemos, tiene la ocurrencia de llevar a su bebé al escaño
para “visibilizar” su maternidad, no debería traer a una nanny para entregarle
a la criatura en cuanto se apaguen los focos. Porque no hay nada más burgués,
aristocrático y pijo que hacer algo así. Así que, hala, menos folklore y más
trabajar.
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