martes, 26 de abril de 2016

DESCEREBRADOS (01/04/2016)

Lo único que estoy dispuesto a reconocerles es que nacieron en Chile. Punto redondo. Los autores del atentado contra la Basílica del Pilar de Zaragoza, sobre los que ha recaído esta semana una sentencia condenatoria de 12 años de prisión, son un matrimonio de chilenos de 27 y 36 años de edad. Las crónicas periodísticas les llaman también “anarquistas”, pero yo me niego a darles semejante tratamiento porque eso les haría parecer mucho más importantes de lo que son. El anarquismo es un movimiento político centenario, que por muy revolucionario que sea, en pleno siglo XXI debe exigir de sus miembros algo más que poner bombitas. Más que nada, para que entre Proudhon, Bakunin y Kropotkin y esta pareja de lechuguinos descerebrados no pueda establecerse relación alguna. En las fotos aparecen sentados frente al tribunal que les juzga, en la Audiencia Nacional, y podría decirse que disfrutan de sus cinco minutos de gloria. Por una vez, han hecho algo en la vida. Algo suficientemente importante como para justificar su aparición en televisión y que sus nombres se lean en los periódicos. ¿No les estaremos dando demasiado? ¿No sería preferible evitar que se convirtieran en celebridades? El tema no es nuevo, y surge siempre que se trata el fenómeno terrorista. ¿Quién no está harto de ver en estos días los rostros bovinos de los autores de los atentados de Bruselas en televisión? ¿Y de escuchar una y otra vez sus nombres? Alguien podrá argüir que el instinto animal que conservamos nos exige conocer el rostro de los asesinos para saber reconocer futuras amenazas. Otros hablarán de morbo, puro y duro. Personalmente, abogo por aguantarnos todos las ganas y condenarles al anonimato. Nada de fotos, nada de alias, nada de comandos. Y llamarles solo por su nombre: descerebrados.

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