Feminismo versus machismo. Es curioso cómo palabras de estructura tan
similar pueden designar realidades tan opuestas: un movimiento de liberación
frente a una forma de comportamiento abusiva y discriminatoria. Supongo que nos
lo hemos ganado a pulso. Durante milenios, las relaciones entre sexos han
seguido el mismo patrón de dominio masculino que ha llevado a la postergación de
lo femenino y al absurdo desaprovechamiento de sus potencialidades. Pero, como
dicen los franceses, c´est fini. La mujer ha dado un paso al frente y hoy, al
menos en las sociedades civilizadas, ocupa en la sociedad el lugar que le
corresponde, en pie de igualdad con el hombre. Evidentemente, queda camino por
recorrer y obstáculos que remover. Uno de los más acuciantes, por la inmensa
tragedia que supone, es el de la violencia de género. Hombres que maltratan,
humillan y matan a las mujeres con las que comparten su vida, y a las que no
perdonan su independencia y su libertad. Hago notar, desde mi condición
masculina, que a la abrumadora mayoría de los hombres nos repugna este
comportamiento y lo condenamos sin paliativos. Porque también afecta a nuestras
hijas, nuestras hermanas o nuestras madres. Este recordatorio me parece
necesario porque observo, en los últimos tiempos, que el movimiento feminista
trata de monopolizar la lucha contra esta lacra. Y creo que es un gran error.
El logo de la mano pintada con el símbolo femenino en color morado, o el hecho
de que en las redes sociales se invite solo a las mujeres a compartirlo, reflejan
una voluntad de excluir a los hombres de la cuestión. Como si fuéramos
sospechosos de algo. Señoras feministas, hágannos un hueco, por favor. Nos
conformaremos con un papel secundario, sí, pero queremos estar ahí.
Concienciando a la sociedad y señalando al maltratador. Ni más, ni menos.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario