domingo, 29 de marzo de 2009

APOCALIPSIS (Septiembre 2008)

Mientras escribo estas líneas compruebo, aliviado, que pese a la temprana hora, el abotargamiento cerebral y el trauma reciente que ha supuesto salir del sueño y descubrir un día más que sólo soy un ser perecedero, puedo respirar con normalidad. En resumen, que el mundo no se ha ido al carajo. No se apuren. El pesimismo mañanero sólo me dura hasta el primer café y, respecto al fin del mundo, no me lo he inventado yo. Según el científico español Luis Sancho, ayer teníamos un 75% de posibilidades de que un agujero negro se nos tragara a todos, globo terráqueo incluído, resolviendo de un plumazo los conflictos territoriales de Osetia y Abjazia, el cambio climático y la crisis económica. Tentador. El miércoles se ponía en marcha el acelerador de partículas o colisionador de hadrones, la instalación científica más moderna, complicada y costosa del mundo. 27 kilómetros de túneles bajo la frontera franco-suiza donde se van a llevar a cabo los experimentos más importantes de la historia de la humanidad. Al parecer, se trata de acelerar partículas minúsculas de materiales a velocidades siderales, y hacerlas chocar para intentar reproducir las condiciones del big-bang que originó el universo. Casi nada. Uno de los científicos responsables del programa contestaba de forma inquietante a la pregunta de qué esperaban descubrir con el experimento: no lo sabemos. No me extraña que Luis Sancho se haya arriesgado a una predicción apocalíptica, buscando la gloria efímera (¿Quién le habría entregado el premio Nobel de Física en caso de tener razón?) Intento hacer memoria, ¿qué hice ayer? Sospecho que no estuve a la altura del momento crítico que atravesó la humanidad. Afortunadamente, Rappel y la bruja Lola no leen la revista Science. Así vivimos todos más tranquilos.

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