sábado, 28 de marzo de 2009

BUSCANDO A DIOS (Febrero 2008)

La Universidad de Oxford va a dedicar tres años y dos millones y medio de euros a investigar el fenómeno religioso. ¿Instinto de la especie humana o tradición cultural? No me escandalizan los millones, no. Por ese dinero Ronaldinho se agacha a atarse las botas y George Clooney regala una sonrisa – y sólo una – mientras se toma un café rodeado de mujeres bonitas. Y poco más. ¿Será la envidia? Reconozco que la perspectiva de pasar tres años en Oxford especulando sobre la divinidad con las lentejas bien aseguradas, espiado por los fantasmas de J.R.Tolkien y Churchill en bibliotecas de maderas nobles y olorosas, viviendo en el colegio mayor de Harry Potter y yendo a todas partes en bicicleta, me atrae bastante. Las gafas de pasta las pongo yo. Le tengo ganas al tema de Dios, eso está claro. Para mi madre es un síntoma evidente de que me voy a caer del caballo un dia de éstos, como San Pablo. Yo creo que es una manifestación más de la misteriosa afinidad que siento por lo anglosajón, junto al café aguado, las dog areas (donde los perros cagan y mean) y la música británica. Los ingleses y los americanos no han agotado todavía las discusiones sobre religión, afortunadamente. Se publican libros, se celebran debates y los creacionistas se codean con ateos capaces de afirmar que la religión es una tontería infantil sin que la conferencia episcopal de turno amenace con inmolarse. La espiritualidad no morirá nunca. A la religión entendida como carrera profesional consistente en hacer coincidir lo que es con lo uno cree que debería ser, a base de acogotar al personal con amenazas de condenación eterna, le veo menos salidas. Bueno, tampoco me hagan mucho caso. Sir Winston nunca se dejó caer por aquí. Y mi mesa es de metacrilato.

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