sábado, 28 de marzo de 2009

MI SASTRE ES RICO (Febrero 2008)

Todo un clásico de la enseñanza de la lengua inglesa en nuestro país. Pobres sastres. La frase, ingenua en apariencia, rezumaba mala leche por todas las letras: my taylor is rich (porque cobra demasiado) Parece que cualquier momento es bueno para ajustarle las cuentas a alguien. En España tuvimos, tenemos y, si alguien no lo remedia, tendremos un problema con la enseñanza de los idiomas que no deja de ser bastante irónico: andamos a tortas con las lenguas propias y somos incapaces de aprender un idioma extranjero, o por lo menos rematarlo. A falta de incorporar a la estadística a los recién llegados, España ocupa los últimos lugares de la Unión Europea en conocimiento de una segunda lengua, junto a sus habituales compañeros de viaje -Grecia y Portugal-, y un invitado inesperado- el Reino Unido-. La educación bilingüe desde la tierna infancia podría cambiar este triste panorama pero, de momento, el inglés seguirá siendo una generosa fuente de frustración y España el paraíso de los inventores de métodos de aprendizaje milagrosos y sin esfuerzo. Porque de eso se trata. Aprender una lengua extranjera fuera del país donde se habla, exige la disciplina de una gimnasta china en año olímpico. El método tiene una importancia relativa. Obviamente, si uno se dedica a engullir absurdas listas de vocabulario que contengan palabras como “escarpia” u “orzuelo” antes de saber decir “¿qué hora es?”, el método está fallando. Pero el aprendizaje requiere unas horas de vuelo, de conversación, de lectura, que nadie puede saltarse. Un buen libro, un profesor ¡bilingüe de verdad!, y a lanzarse al ruedo a balbucear y a hacer el ridículo, que es muy sano. Porque aprender idiomas tiene un efecto secundario de regalo: es una cura de humildad fabulosa.

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