sábado, 28 de marzo de 2009

HAGAN JUEGO (Enero 2008)

El Ibex-35 pierde un 7% y, de pronto, la bonita mañana invernal se llena de nubarrones. Se habla de crack bursátil, de lunes negro y a uno le da por mirar disimuladamente hacia los pisos altos de las grandes financieras, temeroso de ver salir volando a algún gestor de renta variable desesperado. No lo hagan, por favor. Este es uno de esos extraños días en que me alegro de no tener un duro. Al menos en el corto plazo, mi vida va a continuar sin demasiados cambios. El problema es que la inestabilidad bursátil repercutirá en el consumo, en las inversiones y poco a poco, el mercado de los bienes y servicios que yo vendo también empezará a flaquear. Mal asunto. No me sorprende demasiado que ocurran estas cosas; lo raro es que no pasen más a menudo. El sistema, en teoría, funciona con mucha lógica: las empresas buscan financiación para ampliar su negocio y emiten acciones que luego se comprarán y venderán en el mercado. Por tanto, detrás de la Bolsa hay una base real: ilusiones, sudor, innovación y enlaces sindicales. El problema viene cuando se hace del simple trueque de acciones, la base del negocio: hoy compro aquí y mañana vendo allá. Convertimos el mundo en un gigantesco casino en el que las fichas son acciones, divisas, o futuros sobre el precio de los limones. Un día caprichoso, unos cuantos millones de jugadores empiezan a pensar simultáneamente que quizá están llevando la partida demasiado lejos y que el precio de sus acciones no hay quien se lo crea. Todos comienzan a vender y unos arrastran a otros hacia el desplome, el lunes negro y la depresión. Por suerte, como dicen los expertos, todas las caídas de Bolsa tienen un suelo. ¿Dónde está ese suelo? En la realidad. En las ilusiones, el sudor, la innovación y los enlaces sindicales.

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