domingo, 29 de marzo de 2009

REVOLUCIÓN (Febrero 2009)

Puede que el título les suene a guillotina, a grupos de barbudos vestidos de cáqui fumando vegueros en una isla caribeña o a un señor de gafitas redondas diciendo que lo tuyo es mío – dámelo ahora mismo - y el pueblo somos todos. Revolución es una bonita palabra pero, generalmente, aquellos que la usan se acaloran fácilmente y son propensos a combinarla con otras menos pacíficas: ejecuciones, purgas, limpiezas. Casi todas las revoluciones políticas conocidas han acabado recurriendo a la violencia contra ese pueblo al que habían venido a salvar. La revolución vasca no es una excepción. ¿Revolución? Bueno, a fin de cuentas, ETA nació como un movimiento revolucionario de liberación nacional. ¿Recuerdan el nombre que reciben las cantidades de dinero que solicitan periódicamente los terroristas en cartas amenazantes dirigidas a empresarios vascos? Impuesto revolucionario. Por tanto, sí, el movimiento abertzale encabeza una revolución, pero una que abandonó hace mucho tiempo el idealismo de las flores y los puños en alto; una revolución en plena fase stalinista, donde el entusiasmo militante, la complicidad o la simpatía han sido sustituidos por la amenaza y el miedo. Las encuestas dicen que el 60% de los vascos rechaza totalmente a ETA. Un 17% cree que su acción pudo estar justificada en el pasado pero no actualmente. Un 12% comparte sus fines pero no sus métodos violentos. Un 3% les apoya parcialmente, criticando sus errores. Finalmente, un 0,4% les apoya por completo. ¿En nombre de quién matan entonces? Gran interrogante. ETA y su entorno necesitan desesperadamente una nueva revolución. Y esta vez pacífica: la del camino de vuelta y el reconocimiento de los errores. Pedir y dar perdón. Señores valientes revolucionarios vascos: les estamos esperando.

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