domingo, 29 de marzo de 2009

TIMBAS, JURAMENTOS O PLEGARIAS (Junio 2008)

El Titanic se hundía irremediablemente y los viejos caballeros británicos seguían jugando al bridge, manteniendo el tipo hasta el último momento. Quizás a James Cameron, director y guionista de la aclamada película, se le fue un poco la mano al retratar la flema británica de algunos pasajeros del trasatlántico, pero creo que la escena es estimulante. Nuestro Titanic particular, nuestra vida, se hundirá algún día en las heladas aguas de la muerte. Esas son las reglas y no hay excepciones. Algún día, los botes salvavidas se acabarán y todos deberemos enfrentarnos al momento de la verdad. Confieso que me gustaría hacerlo como esos caballeros del Titanic, sereno y sin perder el sentido del humor, pero no se si tendré el valor suficiente. Para empezar, ¿querré saber?
El Congreso de California ha aprobado recientemente una ley que obliga a los médicos a explicar sin tapujos el estado de salud, posibilidades y alternativas, a los pacientes que lo soliciten. Hasta ahora muchos médicos decidían ocultar a los enfermos terminales una verdad que algunos preferirían conocer. En España, además, la familia del enfermo pretende a menudo decidir en su nombre sobre el asunto. Los partidarios de la ley sobre el derecho a saber las alternativas sobre el fin de la vida afirman que, contrariamente a lo que se cree, el paciente terminal conocedor de su situación no está más deprimido o angustiado que los otros. Delicada cuestión. Personalmente apoyo a los que defienden tanto el derecho a saber como a no saber. Timbas, juramentos o plegarias; para recibir a la muerte, elegir la puesta en escena, el grado de consciencia o la compañía, se antoja un derecho indiscutible. Con sólo vivir un día, ya nos lo habríamos ganado.

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