domingo, 29 de marzo de 2009

CLINT EASTWOOD (Marzo 2009)

Tiene 78 años y no ha cedido a la tentación de estirarse la piel. En su caso, el de un galán admirado por millones de hombres y mujeres durante décadas, asistir con elegancia al espectáculo de la propia decadencia física tiene su mérito. Clint Eastwood siempre ha sabido adaptarse a los tiempos. Tras unos duros comienzos alcanzó el estrellato como actor, encasillado en papeles de duro pistolero del oeste o policía de gatillo fácil. Ganaba entonces más de lo que podía gastar y se había instalado cómodamente en el status de celebridad. No tenía ninguna necesidad de arriesgar el dinero o el prestigio. Pero lo hizo. Fundó su propia productora y, en 1971, dirigió su primera película. Que una estrella de Hollywood compaginara su trabajo de actor con la dirección de películas era casi una excentricidad. Además, el Eastwood director demostró tener una sensibilidad distinta, muy alejada de Harry el Sucio y los brutales personajes que le hicieron famoso como actor. Película a película fue ganando en madurez y profundidad. Con el tiempo, llegaron las obras maestras, los premios y el reconocimiento mundial. Otra fantástica oportunidad para el conformismo. Pero no. Lo más increíble del caso de este casi octogenario californiano es que, a diferencia de lo que les ocurrió a otros grandes maestros del cine como Hitchcock o Wilder, él no ha perdido con los años la frescura creativa o el favor del público. Sigue dirigiendo, actuando, componiendo las bandas sonoras y, con su última película, “Gran Torino”, arrasando en las taquillas. En esa cara cuarteada y llena de arrugas, sus ojos no han cambiado. Quizá ellos tengan la respuesta de todo. La mirada de Clint Eastwood sigue conservando la seducción, la curiosidad, la piedad o la fiereza de siempre. Morirá con ella. Con suerte, dentro de muchos años. Dios te guarde, Clint.

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