domingo, 29 de marzo de 2009

EAU DE CIERZO (Diciembre 2008)

Son tan navideños como el turrón o los abetos decorados. Durante estos días los anuncios de colonias bombardean sin piedad nuestras neuronas, a la caza de un pedazo de nuestra maltrecha paga extraordinaria. Para un creativo publicitario, el encargo del spot televisivo de una colonia debe ser un desafío profesional de primera magnitud. Porque lo que se vende dentro de esas botellitas es algo muy especial. A nadie se le ocurriría un anuncio que dijera: “compre mi eau de cologne...snif, snif ¡no se imaginan lo bien que huele!” Si un marciano llegara a la tierra durante las navidades, se preguntaría para qué demonios sirven esos frasquitos. Por qué se lanzan hombres musculosos desde acantilados con los pantalones vaqueros puestos. Por qué algunas mujeres se hacen jirones la ropa como si estuvieran enfadadas. Dónde se esconden los especímenes humanos que aparecen en esos anuncios cuando no están haciendo esos anuncios. Por qué parece siempre que esos individuos están ansiosos por aparearse... Habría que explicarle al marcianito que ese líquido llamado colonia, además de oler bien, sirve para otras cosas. Si uno es feo, le hace sentir más guapo. Si no se come un rosco, le convence de que sus posibilidades han aumentado. Si se tiene complejo de provinciano, le hace a uno internacional y plurilingüe. Si vive en un piso-zulo, se imaginará en un ático acristalado en Manhattan. Si uno es más pobre que las ratas, le hará sentir como Paris Hilton. Como aquí debe haber negocio del bueno, me he propuesto lanzar mi propia línea de colonia. Se llamaría Eau de Cierzo y en el anuncio aparecería yo, afeitado eso sí, con el Ebro y las torrecicas del Pilar al fondo. Un buen amigo me ha dicho que no funcionaría. No logro entender por qué.

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