domingo, 29 de marzo de 2009

JULIANA (Noviembre 2008)

Juliana I, reina de los Países Bajos. Comprendo que el nombre no les suene mucho. Es la clase de conocimientos que necesita un aspirante a “experto en monarquías europeas”, para ser invitado a tertulias televisivas cada vez que se produzca un acontecimiento real. Creo que la visible decadencia de Jaime Peñafiel ha dejado el puesto vacante. ¿Quién es esta reina con nombre medieval de sopa de verduras? Una mujer que tomó una decisión valiente: en 1980, a la edad de 71 años y después de 32 de reinado, abdicó del trono holandés en favor de su hija Beatriz. Se retiró y vivió pacíficamente hasta su muerte, en 2004. Seguramente no fueron pocos los que acusaron a la reina de abandonar sus funciones traicionando la institución monárquica. Reinar hasta la muerte, dicen los puristas. En 1980, un servidor no tenía una opinión formada. Hoy, casi 30 años después, lo tengo muchísimo más claro: pretender dejar a los monarcas sin el sagrado derecho al retiro en nombre de la tradición, me parece cruel, absurdo y poco inteligente. Hablemos de España, pues. Los Reyes están cansados. Si no lo estuvieran empezaría a sospechar que no son humanos. Su dedicación al puesto está fuera de toda duda pero los síntomas son evidentes. Después de tres décadas arrastrando la pesada responsabilidad de la jefatura del Estado en un país tan complicado como el nuestro, se han ganado el derecho al descanso. ¿Por qué desperdiciar la juventud de Felipe y Leticia? La reina Juliana no lo tuvo fácil. Preferiría que Juan Carlos y Sofía pudieran disfrutar de sus últimos años con salud y sin cargos de conciencia. Haré una humilde contribución a la causa: elimino el término “abdicación” de mi vocabulario. Es una fea palabra. “Jubilación” me gusta mucho más.

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