sábado, 28 de marzo de 2009

ONU (Septiembre 2007)

Muchos pensarán que hay cosas más importantes de qué ocuparse. Discutir sobre el futuro de la Organización de las Naciones Unidas parece una perdida de tiempo, una pedantería, una frivolidad. Porque la ONU se ha convertido en una institución abonada a la crisis permanente, de la que casi nadie habla salvo para sentenciar que “no sirve para nada”. Hasta el simpático Kofi Annan ha sido relevado como Secretario General por un coreano cuyo nombre pocos memorizarán: Ban-Ki-Moon.
Pero el mundo se equivoca. Cuando en 1945 se redactó el acta fundacional de las Naciones Unidas, “para librar a las generaciones futuras del flagelo de la guerra”, los delegados de 51 países no se reunieron en San Francisco para unos juegos florales. La tierra parecía un solar humeante y chamuscado. Con las lágrimas vertidas por los muertos de la Segunda Guerra Mundial se habrían llenado océanos. ¿Necesitamos otra gran catástrofe para recordarnos la necesidad de avanzar hacia un gobierno mundial? Me temo que sí. La especie humana ha demostrado que necesita tropezar, ¡no dos!, sino cuatro o cinco veces en la misma piedra antes de rectificar. Además, ¿quién dice que la ONU no sirve para nada? Zapatero acaba de reforzar la diplomacia del “hola que tal”, con el presidente Bush. La junta militar birmana ha tenido la mala suerte de ver coincidir las manifestaciones de disidentes con la apertura de sesiones en la Asamblea General. La vergonzosa dictadura ha pasado, de pronto, a primer plano de la actualidad mundial. El iraní dice que en su país no hay homosexuales. Hoy me voy a poner la boina como un pintor bohemio. Es que la tenía calada hasta las orejas.

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