domingo, 29 de marzo de 2009

EL COLOSO (Enero 2009)

El Coloso es un cuadro pintado por Goya. O por su hijo Javier. O por su discípulo Asensio Juliá. Sabe Dios. Lo único seguro es que la tela está colgada en el Museo del Prado y que, al pie del marco, no se por cuánto tiempo, un rótulo declara: Francisco de Goya. Como uno de los pasatiempos favoritos del género humano es discutir, la polémica sobre la autoría de este coloso con el torso desnudo y los puños al aire, promete ser larga y divertida. Manuela Mena, conservadora del museo, ha levantado la liebre. En una solemne conferencia de prensa afirmaba que sus sospechas, secretamente abrigadas desde 1991, se han confirmado: el cuadro no es de Goya. Pobre mujer. Qué mala vida habrá llevado con ese terrible pensamiento durante años. Sobre todo si recordaba el catálogo que escribió para una exposición de 1988, donde la obra “pastiche” de hoy era descrita como “una de las más dramáticas, poéticas y misteriosas de Goya”. Los trazos que hoy tacha de toscos, sucios y torpes eran entonces “golpes rápidos y nerviosos, de una precisión y energía singulares”. Suena raro utilizar los mismos elementos para defender la autoría y para rebatirla, 20 años después. Todavía más raro convocar una rueda de prensa, sin ser 28 de diciembre, para decir que El Coloso “casi seguro” que no es de Goya. Reconozco que, en el fondo, preferiría que no lo fuera. Juego con ventaja, claro: no me juego el prestigio ni el dinero. Pero me encanta pensar que todos, discípulos incluidos, tenemos una obra maestra en nuestro interior. Un pensamiento genial, un chut por la escuadra, una canasta de tres desde medio campo, una nota de amor pegada a la nevera digna de Benedetti, una fotografía movida que podría colgarse en el MOMA de Nueva York. Todos tenemos algo de Goyas, pero no vayan diciéndolo por ahí. Al director del Prado podría darle un infarto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario