sábado, 28 de marzo de 2009

LAPSUS LINGUE (Noviembre 2007)

Estoy seguro de que, en este tiempo transcurrido desde el momento fatal, se habrá tomado la molestia de informarse a fondo sobre la cuestión. Vamos que, a estas alturas, en calentamiento global y emisiones de CO2, el señor Rajoy se ha convertido en una autoridad nacional. Un poco tarde, dirán algunos. Las alusiones jocosas a su primo el catedrático, frivolizando innecesariamente sobre un problema tan serio como el cambio climático, podrían haber finiquitado definitivamente sus posibilidades de ocupar un día el palacio de la Moncloa. Lo que es seguro es que le acompañarán hasta el final de sus días. Qué drama. Un momento en apariencia intrascendente y, de pronto, salen de tu boca las palabras que te llevarán al desastre, tu epitafio, tu canto de cisne.
Como nadie estamos a salvo de caer en el ridículo más absoluto, hace tiempo que inventé una explicación para protegerme de mis futuras y seguras equivocaciones. Mi grandilocuente teoría de los Agujeros del Conocimiento parte del hecho de que toda persona esconde en su interior fallos clamorosos e ignorancias injustificables en aspectos básicos del saber humano; también – y aquí viene el drama – sobre cuestiones de las que somos o deberíamos ser, consumados especialistas. Si estas vergüenzas salen a la luz en un concurso televisivo, uno tiene la esperanza de que todo se olvidará algún día. Los presidentes de Banco Central que no saben hacer raíces cuadradas, los ministros de Cultura que confunden a un escritor con una marca de refrescos o los estadistas que ignoran el problema más grave que amenaza a la humanidad en el próximo siglo, lo tienen un poco más crudo. El señor Rajoy hubiera podido salvarse. El problema es que el camino de la humildad, en política española, está muy poco transitado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario