sábado, 28 de marzo de 2009

EUROVISION (Marzo 2008)

Cualquier tiempo pasado fue mejor, dijo el poeta. Para el entrañable, empalagoso y decadente festival de Eurovisión, esta sentencia no puede ser más apropiada. Después de un sistema de votación popular por internet, esta semana hemos conocido al representante español en la edición de este año: Rofolfo Chikilicuatre, personaje creado por la genial factoría humorística que dirige Andreu Buenafuente. Como broma, la canción del Chiki-chiki sería una del montón en cualquier programa de su show nocturno. Más bien flojita y hecha con prisas. Creo que hasta los mismos padres de la criatura pensaron que alguien haría algo, antes de permitir que un personaje tan ridículo nos representase en Eurovisión. Si Televisión Española quería salvar el festival, uno no acaba de entender la estrategia. El Chiki-chiki es un corte de mangas, una tomadura de pelo, una burla hacia cualquiera que, honestamente, quiera acudir al concurso interpretando una buena canción. La España del cachondeo, esa que piensa que hay que reirse de todo las veinticuatro horas del día, está encantada. Sin embargo, el “por lo menos nos echaremos unas risas” que utilizan muchos para justificar su voto en los foros de internet, esconde algo no tan divertido. España, como los mundiales de fútbol, no gana Eurovisión ni por equivocación. Massiel fue la única, con su La-la-la, hace cuarenta años. Ese rechazo recurrente al genio español (porque somos los mejores, bueno y qué) ha acabado con nuestra paciencia. Al principio nos reíamos de los rivales, luego nos quejamos de maniobras políticas, y finalmente nos refugiamos en el esperpento. A Valle-Inclán le quedaba mejor. Espero, para los que vean la actuación el 24 de mayo, que la diversión se transforme en vergüenza ajena. Yo pienso irme al cine.

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