sábado, 28 de marzo de 2009

CORMORANES INTRÉPIDOS (Abril 2007)

En la caza y en la pesca, la relación hombre-animal no está demasiado equilibrada. Mientras unos se divierten caña o escopeta en mano, otros luchan por conservar la vida. En el fondo, todo es mucho más coherente de lo que a los ecologistas-prohibicionistas les gustaría reconocer: la desigualdad es la regla de oro de funcionamiento de la naturaleza. No soy cazador. He pescado alguna vez, de niño, y me pareció muy emocionante. Fue entonces cuando, casi sin pretenderlo, me impuse la regla ética que aplicaría a mis futuras actividades exterminadoras. Una vez oí decir a Miguel Delibes, mi admirado escritor, que él solo cazaba animales que no pudieran expresar sentimientos con la mirada. La mía es un poco menos poética: no concibo matar un animal si luego no me lo voy a comer. Sí, lo sé. Así no piensa un verdadero pescador. Por eso las truchas me las compro en el supermercado. Imagino que al presidente de la Sociedad de Pescadores de Teruel no le hará falta, aunque nunca se sabe. Ultimamente las truchas no pican y los pescadores de la provincia andan algo cabreados. Al parecer les han salido unos competidores de cuidado: los cormoranes. Estas aves se lo comen todo: las truchas, las carpas y los bigotudos barbos. El presidente de los pescadores ha pedido al Gobierno de Aragón medidas para regular la población de estas aves. Esto ya me parece demasiado. Acepto los cebos y las cucharillas, pero pedir ayuda a la administración para que liquide a la competencia, creo que no es jugar limpio. ¡Agudicen el ingenio! ¿Cómo creen que se inventó el espantapájaros? ¿Con la ayuda de un Consejero de Medio Ambiente? Además, siempre les quedará una opción mucho más digna. Cómprense una escopeta.

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