domingo, 29 de marzo de 2009

NEANDERTAL (Noviembre 2008)

Si se trabaja habitualmente con ordenadores hay que aceptarlo: habrá días en que procurarán hacerte la vida imposible. Por eso, entre las operaciones habituales de reinicio, el-maldito-ordenador-se-cuelga y vuelvo a reiniciar, intento escapar del viejo pecado de la blasfemia aprovechando mejor esos momentos amargos. Tengo siempre a mano una revista y, así, mientras la maquinita acaba de encontrarse a sí misma, yo voy a lo mío y todos tan contentos. Estos días tengo sobre la mesa un ejemplar del National Geographic con un forzudo ejemplar de Neandertal de mirada tristona en la portada. La paleontología sigue intentando averiguar por qué se extinguió esta especie de homínido hace 20.000 años. Tenían la capacidad del lenguaje, afilaban piedras de sílex y se pintaban el cuerpo, como nosotros. Convivimos con ellos sin mezclarnos durante miles de años. Viendo cómo se las gasta hoy el homo sapiens con sus iguales, me extrañaría mucho que no hubiéramos tenido nada que ver en su desaparición. Al parecer, hay teorías para todos los gustos. Una de ellas absuelve a los humanos y se centra en la constitución fornida de los neandertales: su necesidad de calorías era mayor y, por tanto, obligaba a toda la familia –mujeres y niños incluídos- a dedicarse al peligroso oficio de la caza. Los niños maduraban apresuradamente y las mujeres tenían menos descendencia. Parece ser que el homo sapiens macho se bastaba para traer a la cueva la carne suficiente para mantener a la prole. Es un consuelo comprobar que la fuerza bruta masculina, que tan pésimamente hemos utilizado durante siglos, alguna vez valió para algo. El ordenador sigue sin arrancar correctamente. El Neandertal no me quita ojo desde la revista. Por dentro se debe estar riendo a carcajadas.

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