domingo, 29 de marzo de 2009

LOS CAMINOS DEL PUEBLO (Julio 2008)

Los arquitectos y diseñadores de espacios públicos proponen y luego el pueblo dispone. En el campus de la Universidad de Berkeley, unos estudiantes observaron cómo los senderos y obstáculos diseñados para hacer circular al personal por un recorrido determinado, acababan siendo ignorados cuando chocaban contra la lógica, la economía de esfuerzos o el sentido común. En aquellos lugares donde el arquitecto proponía un camino en ángulo recto que alargaba injustificadamente el trayecto, los estudiantes optaban por cruzar la diagonal. Poco a poco, en esa zona, el césped empezaba a clarear. En pocas semanas se había trazado una camino nuevo a través de la hierba, espontáneo y mucho más lógico. Al parecer, a los chicos de Berkeley les queda tiempo para todo: a raíz del artículo que relataba esta anécdota, estudiantes de Economía, Ciencias Políticas y hasta de Ingeniería Informática, se lanzaron a utilizarla como demostración de complejas teorías. Eso también ocurre frente a mi casa, y no vivo en California, EEUU, me dirán ustedes. De acuerdo, pero no me negarán que el asunto tiene algo de gracia. Cuando la autoridad se empeña en hacer pasar al ciudadano por caminos absurdos, éste, sin ponerse de acuerdo con nadie, en una especie de referéndum andarín perfecto, le da la espalda y traza el suyo propio. Bonita lección para la clase política. En cuestiones de sentido común, conviene ver qué prefiere el personal, antes de lanzarse a echar asfalto y poner bordillos. Otra universidad americana ha optado por una solución más radical: no trazar caminos. Esperan a ver dónde aparecen las calvas en el césped y después ponen el empedrado y las farolas. Los caminos del pueblo, los han bautizado. Aquí, hace tiempo que les pusimos un nombre algo menos solemne: atajos.

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