domingo, 29 de marzo de 2009

ATEOS (Enero 2009)

Corría el año 1977. Adolfo Suárez, presidente del gobierno a la sazón, acababa de legalizar el Partido Comunista de España. Un Viernes Santo, para más inri. Un servidor, infante de ocho años de edad, se decidió a preguntar: “¿qué es un comunista?” Como no era cuestión de empezar con Marx y la lucha de clases, mi interlocutor, un chaval algo mayor, quiso ser breve y contundente: “alguien que no va a misa”. Horrorizado, pensé que iban a ir todos al infierno de cabeza. Treinta y pocos años después, una asociación de ateos barceloneses ha pagado un rótulo publicitario en los autobuses urbanos que reza: “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida” Sí, es evidente que este país ha cambiado mucho. Muchísimo. Sin embargo, creo que algunos de los pleitos que han enfrentado a los españoles durante el último siglo siguen vivos. Civilizadamente - por suerte, a nadie se le ocurririría hoy quemar una iglesia o lanzar una nueva cruzada contra las hordas ateas - pero vivos. La cuestión religiosa es el más importante de todos. ¿Exagerado? Puede que la práctica haya descendido vertiginosamente pero la religión sigue ahí, infiltrada en el debate político y poniendo en peligro la convivencia. No hay nada que objetar a la práctica privada de la religión. A mi, personalmente, me inspira un respeto absoluto. No soy católico pero cuando entro en un templo guardo silencio, saco las manos de los bolsillos y me trago el chicle. La jerarquía católica debería hacer lo mismo, en lo político. Utilizar el argumento divino en el debate público es sectario y peligroso. Quién sabe. Si algún gobierno se atreviera a separar definitivamente la religión y el estado, quizá dentro de treinta años proclamar el ateísmo ya no sería escandaloso. Porque ya no interesaría a nadie.

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