sábado, 28 de marzo de 2009

LA LEY DEL SILENCIO (Abril 2007)

Sobre los accidentes de tráfico, hay una diferencia tan grande entre lo que decimos y lo que hacemos, que no me parece exagerado hablar de enfermedad mental, a escala nacional. Todos nos decimos muy preocupados por el problema, pero la mayoría nos resistimos a levantar el pie del acelerador. La industria no deja de fabricar coches cada vez más potentes. En la radio se anuncian dispositivos para burlar, ¡legalmente!, los radares de la Guardia Civil. Porque de velocidad se trata. Hace tiempo que sospecho que en España rige una ley del silencio, un acuerdo tácito para hacer pasar a la velocidad como una causa más de los accidentes, pero no la principal. Se habla más del alcohol, del estado de las carreteras o de los chalecos reflectantes. La cuestión es no renunciar al pasatiempo nacional: pisarle. Incluso la Dirección General de Tráfico participa: la estadística de que sólo el 38% de los accidentes mortales de la pasada Semana Santa, fueron causados por velocidad excesiva, no hay quien se la crea.
Sobre el papel, reducir la siniestralidad en el tráfico no sería difícil. Bastaría con que, en cada momento, en cualquier carretera, un conductor supiera que existe una posibilidad razonable de estar siendo controlado por un radar. Serían necesarios miles de radares que, lógicamente, no deberían anunciarse en la página web de la DGT. A 100 km. por hora de velocidad real media, los muertos por accidente se reducirían a la mitad. ¿Hay algún gobierno con la valentía suficiente para afrontar el desgaste de popularidad que supondría aplicar esa medida? De momento, no. El carnet por puntos no es una fórmula milagrosa. Sin consenso social, sin la renuncia colectiva a infringir los límites de velocidad, todo será inútil.

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