domingo, 29 de marzo de 2009

EL JARDÍN DE LOS POLACOS (Octubre 2008)

La cultura universal – la historia, las artes, las ciencias – es completamente inabarcable. Y hablamos de los últimos 25 siglos: afortunadamente para nuestros sobrecargados cerebros, entre Altamira y las Pirámides la especie humana se dedicó durante 10.000 años a cazar y recolectar, no a escribir obras de teatro o revolucionar el mundo. A pesar de esta realidad incuestionable, ciertas personas caminan por esta vida con la pesada carga de tener que saber (o mejor dicho, aparentar saber) prácticamente de todo. Para los ministros, esta pesadilla es inseparable del cargo. Detrás de un discurso inofensivo o una pregunta inocente, puede acechar la gran metedura de pata que arruine el prestigio para siempre. Durante la pasada Expo le tocó el turno a la ministra de Fomento. La señora Magdalena Alvarez se disponía a echar un discursito en el pabellón de Polonia. A falta de otras ocurrencias, pensó que la conmemoración del Bicentenario de los Sitios era una buena oportunidad para ensalzar el papel de las tropas polacas luchando junto a los zaragozanos en defensa de la ciudad y bla, bla, bla. En ese momento, un observador agudo habría reparado en que el rostro del embajador polaco se descomponía lentamente. Ante él se desplegaba el desafío diplomático más difícil de su carrera: contestar a la ministra, agradecer sus bellas palabras y aclarar el pequeño detalle histórico de que los polacos lucharon con Napoleón, ¡contra los zaragozanos! Así lo hizo, con gran elegancia y discreción. Nadie está obligado a saber para quién luchaban los polacos pero, a menudo, no hay mayor sabiduría que la de reconocer que no se sabe. Evita uno meterse en jardines recién regados. Señora ministra: cuando desdoble la N-232 prometo hacer la vista gorda aunque confunda a Maquiavelo con Prince. A trabajar.

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