domingo, 29 de marzo de 2009

THAT ONE (Octubre 2008)

Al debate le faltaba chispa. Los turnos de intervención impedían ver a los candidatos en el enfrentamiento directo, como dos espadachines que se baten al borde del abismo: un lapsus, una mirada en la que asoma el miedo durante unos pocos segundos y todo el trabajo de largos años de candidatura se viene abajo. Pero no. El debate caminaba por los senderos de lo previsible. Probablemente, John McCain se relajó, bajó la guardia. El candidato republicano hablaba retóricamente sobre un proyecto de ley de energía que, al parecer, había supuesto jugosas subvenciones para las petroleras. “¿Y saben quién votó a favor de esa ley?” Estaba a punto de producirse el acontecimiento decisivo de la campaña presidencial americana pero, desgraciadamente para él, John McCain no lo sabía. “Ese” Y señaló con el dedo índice hacia Barack Obama. Ese. That one. El debate continuó. El mundo siguió girando con aparente normalidad, pero todo había cambiado. Por culpa de dos palabras, McCain no sería presidente. En el momento, casi nadie fue consciente de su importancia. Al día siguiente, los analistas más avispados ya calificaban el that one como el acontecimiento más destacado del debate. Las encuestas, hasta entonces en empate técnico, empezaron a inclinarse a favor del candidato demócrata. Al principio tímidamente. Luego de forma inapelable. Unos días más tarde, McCain ensalzaba a Obama durante un mitin calificándolo de “honrado padre de familia”. Pero ya era tarde. ¿Qué le pasó a McCain en ese trágico momento? Lo más tenebroso de la cultura americana – el racismo – emergió inoportunamente en el pensamiento de un septuagenario bajo presión. Quizá no sea justo. Quizá no lo merezca. Pero el mundo necesita un cambio. Y ese cambio es Barak Obama. Ese.

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