sábado, 28 de marzo de 2009

DJENNEBA (Abril 2008)

“Djenneba es blanca pero es negra. Pobre, maldita, soñadora y alegre. Djenneba es Africa” Así, como en un acertijo, logré resumir la historia de Djenneba en menos de una línea. Acerté, sin buscarlo: la vida de esta joven casi adolescente, de raza negra y piel blanca por efecto del albinismo, se parece mucho a un enigma. Han pasado algunos años. Viajábamos por Mali, siguiendo el curso majestuoso del río Níger. En el Africa negra, un viajero occidental todavía puede, en pleno siglo XXI, sentirse un aventurero. La luz de Africa, su olor dulce, no se parecen a nada que uno haya visto en otro lugar del mundo. En Djenné, la ciudad de la gran mezquita de barro, la conocimos. Vivía a la sombra, protegida por los muros de banco de su casa, del sol abrasador que amenazaba su piel despigmentada. Quisimos que nos contara su historia. Mi hermano Julio, africanista de vocación, conocía bien el cruel destino de los albinos en las culturas africanas primitivas. Considerados seres malditos, muertos regresados, han sufrido violencia, repudio y desprecio. Djenneba es dulce y amable, y comprobamos con alivio que en su familia es querida y respetada. Su voz es suave pero está llena de fuerza. Quiere ser buena musulmana. Quiere tener un marido y no compartirlo con nadie. Tres o cuatro hijos. Quiere ser abogada. “Es mi elección”- afirma con un extraño convencimiento. Djenneba es casi una niña, pero sus sueños son los de una mujer valiente. Fuera, en las calles de Djenné, se pasea la pobreza y la miseria, soberbias, entre muros de barro como olas recalentadas. Abandonamos su casa, impresionados. Ahora sabemos mejor por qué viajamos, qué buscamos. Sabiduría entre el barro. (el cortometraje documental “Djenneba”, en www.notodofilmfest.com, palmarés)

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