martes, 31 de marzo de 2009

EL LINCE (27/03/2009)

Ha sido una campaña publicitaria efectiva. Con la dosis de demagogia necesaria para llamar la atención y con un mensaje de fondo perturbador. Comparar la legislación del aborto con la de protección de una especie amenazada como el lince quizá no sea un alarde de lógica aristotélica, pero hay que reconocer que la Iglesia Católica ha conseguido despertar el debate y cabrear a mucha gente. Hasta el conservador de linces de Doñana se ha sentido en la obligación de opinar del asunto; resulta que el lince no era ibérico sino euroasiático. El aborto es un asunto incómodo. Sus detractores hablan alto y claro de inmoralidad pero no de soluciones jurídicas. ¿Deberían ingresar en prisión las mujeres que aborten? Los partidarios más ardorosos se refieren al aborto como un derecho reproductivo y propugnan el aborto libre. Entre unos y otros se sitúa la gran mayoría, partidaria de la despenalización pero que, habitualmente, opta por comprometerse lo menos posible. A raíz de la campaña de la Conferencia Episcopal todos se han lanzado a hablar del lince, de la Iglesia, del hambre en el mundo, pero muy pocos han entrado en el fondo del asunto. No soy católico. Sin embargo, el aborto me plantea serias dudas morales. Creo que es un grave error. Estoy a favor de la despenalización completa: ninguna mujer que aborte debería ir a la cárcel, de la misma forma en que alguien que se autolesione no será condenado por ello. Estoy en contra del “derecho” al aborto: es algo simbólico, pero de gran importancia. Estoy en contra de que se practiquen abortos pagados con mis impuestos. No se si lo habrán notado, pero no encajo en ninguna parte. De esta columna renegarían por igual Bibiana Aído y Benedicto XVI. Porque las opiniones son siempre ricas y variadas. Mucho más de lo que les gustaría a unos y a otros.

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