domingo, 29 de marzo de 2009

PIJOS MADRILEÑOS (Abril 2008)

La sede del Partido Popular en el distrito madrileño del barrio de Salamanca está presidida por una foto de Esperanza Aguirre con una larga dedicatoria. No es extraño. En las elecciones autonómicas, la actual presidenta de la Comunidad de Madrid obtuvo allí un porcentaje de votos superior al 70%. Si España fuera el barrio de Salamanca, Doña Esperanza se convertiría pronto en la primera presidenta del gobierno con unos resultados electorales de aroma cubano. Me puedo imaginar el berrinche de Rodríguez Zapatero. ¡Un hito del ascenso de la mujer al poder sin su decisiva intervención! Pasear en Madrid por la calle Serrano y adyacentes un sábado por la tarde, es una experiencia difícil de olvidar. El pijo, esa especie que uno creía extinguida, engullida por el euro y el desclasamiento, prospera en este hábitat privilegiado entre escaparates de Cartier, Gucci y Dior. Espectacular, pero no sólo eso. El barrio de Salamanca es un lugar único para entender la historia de España del último siglo. La concentración de dinero, edificios nobles, pijerío y belleza es tan brutal, que uno llega a entender ese desprecio secular de la capital por sus provincias. El centralismo madrileño ha marcado nuestra historia pero no se me ocurre culpar hoy de ello a los pacíficos y engominados habitantes de tan distinguido barrio. Prefiero disfrutar de mi paseo sabatino. Pienso, además, que el verdadero pijo es aquél que valora a las personas por lo que tienen y no por lo que son, y ese especimen abunda también en lugares menos favorecidos. Pero la política es cosa distinta. Aspirar a gobernar España militando en las clases que quieren ser visiblemente privilegiadas parece tarea difícil. Para Esperanza Aguirre, misión imposible, diría yo. Lo dice el sentido común: no se puede tener todo en esta vida.

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