domingo, 29 de marzo de 2009

ORO (Febrero 2009)

Si usted se hubiera levantado de la cama un 10 de septiembre de 2001, activo, de buen humor, y se hubiera acercado hasta el banco para comprar 5000 euros de oro, hoy podría venderlo por 25.000. Si el precio de un producto sube – dice la teoría económica – es porque muchos individuos lo quieren al mismo tiempo. El problema para los demandantes de oro es que el metal amarillo no se cultiva, ni se fabrica; se arranca a la tierra dolorosamente. La cantidad de oro que llega al mercado es siempre limitada – rigidez de la oferta, lo llaman- , y si el número de demandantes aumenta, el precio sube, sube y sube. ¿Por qué le ha dado a todo el mundo últimamente por comprar oro? ¿Quieren enterrarse en sarcófagos forrados con la “carne de los dioses”, como hacían los faraones egipcios? No, me temo que los prêt-a-porter funerarios de Tutankamón y los suyos no volverán. La culpa es de la crisis, para variar. Los ricos, contra la creencia popular, también sufren mucho en tiempos de incertidumbre económica. ¿Qué hacer con el dinero? Si la moneda se deprecia, de los bancos quién se fía, el ladrillo está por los suelos y la bolsa ni le cuento...me compro un lingote y problema resuelto. ¿Y si el mundo se diera cuenta de pronto de que el oro, en sí mismo, no vale para nada? Hasta 1971 respaldaba a los dólares americanos y era el sostén del sistema financiero mundial, hoy ni eso. La joyería ha quedado, en solitario, como su única aplicación “práctica”. Como era de esperar, esta frivolidad tiene un alto precio: la extracción del oro provoca gravísimos problemas sociales, políticos y medioambientales en países del tercer mundo. Como hace miles de años, se mata y se muere por poseer el símbolo de la fortuna y la inmortalidad. Caprichosos, implacables y no siempre racionales. Habrá que aceptarlo: así somos.

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