domingo, 29 de marzo de 2009

ROBINSON (Enero 2009)

Daniel Defoe escribió “Robinson Crusoe” en 1719. Está considerada la primera novela inglesa y el segundo libro más leído después de la Biblia. El Quijote particular de los ingleses. Si aquí nos dedicábamos a leer libros de caballería y desfacer entuertos – la producción de entuertos siempre ha sido notable en las Españas - , el inglés prefería el puritanismo del autocontrol, el esfuerzo y la laboriosidad: en unos años, convertía su isla desierta en un vergel. Al parecer, el autor acababa de sufrir una quiebra económica y escribió la novela para motivarse en la lucha por volver a salir a flote. Como ven, la recomendación de este libro no puede ser más oportuna, en los tiempos que corren. No esperen una historia de aventuras. Quizá fue por mi delicada naturaleza juvenil, pero cuando leí “Robinson Crusoe” me pareció profundamente triste. Creo que su lectura te hunde, o te hace tan fuerte como para levantar a la mismísima General Motors. De todas formas, cada uno somos de nuestro padre y de nuestra madre. A algunos, la perspectiva de vivir en una isla desierta y tener a un coco sonriente como único compañero de tertulia, no les parece tan indeseable. La oficina de turismo del Estado de Queensland, en una astuta campaña publicitaria, ha ofrecido “el mejor empleo del mundo”: ser el guardián de la paradisíaca isla desierta de Hamilton durante seis meses. Su misión: pasear por las playas y bucear en las barreras de coral para comprobar que todo está en orden. Vivirá en una lujosa villa con piscina y cobrará 150.000 dólares por los servicios prestados. La web que hacía la oferta se colapsó en pocos minutos. Que quieren que les diga. Yo no lo tengo tan claro. A veces el paraíso y el infierno están tan cerca que pueden llegar a tocarse. Pregunten a Robinson Crusoe.

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